La presencia de Dios
acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar
apoyo y sentido a sus vidas. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la
solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa presencia
no debe ser fabricada sino descubierta, desvelada (№ 71 de Evangelii Gaudium)
Os agradecemos la preocupación con la que
habéis vivido esta semana por las noticias que llegaban de Ucrania y vuestra
oración. En muy poco tiempo los acontecimentos nos encaminaban hacia el
precipicio de una guerra o de una represión brutal. Pero también, de un día
para otro se ha dado el milagro de la fuga del presidente y de la posibilidad
de un nuevo nacimento de este país.
Desde finales de enero hasta el martes 18
de febrero, vivimos una tregua en la que se dejó en libertad a los presos de
los enfrentamientos de enero. A su vez, la revolución devolvió los edificios
oficiales que había tomado. Sólo se quedaron uno, que está en la misma plaza:
el antiguo edificio de los sindicatos. Mientras, las concentraciones en Maidán
seguían. El ambiente era de paz y de resolución por ir hasta el final para que
ya este año hubiera un nuevo gobierno. La oración acompañaba las jornadas en
Maidán: por las mañanas y al atardecer. Los domingos es cuando se concentraba
más gente y quienes estaban más implicados en Maidán daban sus testimonios, los
líderes políticos también apoyaban la causa en sus discursos. Pero antes de
todo eso, la primera hora de esa concentración era de oración, era un momento
ecuménico vivido con mucho respeto, también por aquellos que no se consideran
creyentes. Estas concentraciones a pequeña escala iban teniendo lugar en
diferentes puntos del país. En Nezhin se tenían cada tarde.
El martes 18 de febrero se había pedido a
la gente concentrarse en la calle del Parlamento para presionar un cambio en la
constitución. El presidente, en el 2010, había hecho una modificación en ella que le
otorgaba tanto poder que el parlamento acabó por tener una voz insignificante. Se
encontraron con que el parlamento no iba a hablar del tema en el orden del día.
Había una gran concentración de policías y dentro del parlamento estaban las
fuerzas especiales de seguridad preparadas para una eventual irrupción de los
manifestantes. Se había contratado a los “titushki”, delincuentes contratados
para armar camorra. A partir de ahí se provocaron altercados entre policías y
manifestantes. Otra vez hubo víctimas mortales y muchos heridos. Por la tarde
estábamos fuera de casa y cerraron el metro. La ciudad se colapsó y tardamos
mucho para poder llegar a casa. Por las calles las ambulancias pasaban con
mucha frecuencia. La gente estaba muy asustada.
Por la noche una gran multitud se
concentró en Maidán. Estuvieron orando. No podían rendirse aunque estaban
muertos de miedo. Durante estos meses el presidente había puesto sus cartas
encima de la mesa y la gente interpretaba en ellas que el gobierno era una
dictadura solapada. A las dos de la madrugada llegaron las fuerzas del orden y
quemaron el edificio de los sindicatos. Se consiguió sacar a muchas personas
pero murieron también allí algunos.
Los días siguientes siguió sin funcionar
el metro. El miércoles el presidente impuso una ley antiterrorista que
controlaba las entradas a la ciudad y la lucha continuó. Hubo muertos y la gente
como podía resistía en Maidán. Arrancaban las aceras con picos para lanzar los
adoquines a la policía y quemaban ruedas para impedirles avanzar. Ya ese día
denunciaron la presencia de francotiradores profesionales. Los que morían
habían sido atravesados por balas antiblindados. Las iglesias de San Miguel
(del patriarcado de Kiev) y la de San Alejandro (católica) se convirtieron en
hospitales improvisados.
El jueves 20 el gobierno había declarado
jornada de luto nacional por los muertos de esos días. Pero precisamente fue
ese el día más sangriento. Aunque las cifras oficiales dicen que hay 82
fallecidos todos son conscientes de que se superó el centenar.
Mientras, la gente hacía lo que podía por
apoyar la causa: en Nezhin muchos ciudadanos se prestaban para ir a los
destacamentos del ejército para impedirles que salieran hacia Kiev, lo mismo hicieron en el
aeropuero militar de la ciudad. También al enterarse dónde el gobierno podía pretendía
contratar a “titushkis”, fueron a persuadirlos. Recogieron dinero para ayudar
económicamente a la causa y nuestro parroco se encargó de llevarlo a Maidán. Un
pueblo del sur del país se acostó en los railes del tren para evitar que un
tren cargado de soldados llegara hasta Kiev. Ayer una amiga nos contaba las
peripecias que ella y su hermana hicieron para llevar mantas y comida a Maidán.
Las dos viven lejos del centro y sin metro no fue fácil llegar hasta allí. Pero
en el trayecto, se dieron cuenta de que no sólo ellas iban con fardos pesados,
un hormigueo de gente en la ciudad se movía hacia Maidán con ropa y comida
caliente para los que luchaban. Nos decía viendo tanta solidaridad: “Yo, en un
país así, quiero vivir”
El viernes 20 los ministros de exteriores
de Francia, Polonia y Alemania se reunieron toda la noche con el presidente y
la oposición en la que acordaron la formación de un gobierno provisional,
elecciones en diciembre y un cambio en la constitución. Pero Maidán rechazó la
propuesta. No estaban dispuestos a que Yanukovich fuera su presidente hasta
diciembre. Seguirían luchando. Por la noche cien policías subieron al escenario
para comunicarles que estaban dispuestos a luchar a favor del Maidán. Trajeron
a los muertos ya identificados en sus féretros y oraron por ellos toda la
noche.
El sábado amanecimos con una noticia
inesperada: Yanukovich no estaba en Kiev. Los partidos de la oposición se
reunieron inmediatamente en el parlamento, formaron el gobierno de transición,
derogaron la constitución, liberaron a Yulia Timoshenko y decretaron que
Yanukovich no era presidente. Por la tarde en la tele salió él denunciando que
lo que estaban haciendo era un golpe de estado.
A esas mismas horas en San Alejandro se
celebraba una misa por los caídos. Estuvimos allí. Aún había colchones con
heridos e instrumental médico. Para entrar había que ponerse unos plásticos en
los pies. Es una norma que en este país tienen los hospitales. En la homilía
uno de los obispos auxiliares pidió que la gente no se deje tentar por el
espíritu del rencor y la venganza.
Después bajamos con tres jóvenes a Maidán.
Estaba llenísimo de gente. Se seguía rezando por los fallecidos en un ambiente
de mucha seriedad y de mucha unidad entre los que allí se habían reunido.
Mientras estuvimos trajeron a dos de los fallecidos que habían sido
identificados ese día. Mientras llegaban a hombros con el féretro destapado, la
gente unánime aclamaba: “Héroe”. Despues los dejaban al lado del escenario y un
sacerdote con un grupo de ortodoxos cantaba una liturgia fúnebre. No traían a
los fallecidos a la vez, sino uno por uno y cada vez se hacían esas oraciones.
Todos los que estaban allí presentes tenían la conciencia de que velaban a quienes
habían muerto por ellos. La gratitud, el
dolor y la atmósfera de una plaza entera rezando es indescriptible.
Estando allí también dijeron que el
presidente había intentado huír en avión pero se lo habían impedido. Hasta el
día de hoy sigue desaparecido. Y también anunciaron que estaba de camino hacia
Maidán Yulia Timoshenko. Esperamos hasta verla en el escenario. Notamos que el
pueblo había “madurado” o mejor, que había tenido un nuevo nacimiento durante
estos tres meses de revolución. Se alegraron de verla, pero no recibió las
ovaciones de los difuntos y tampoco se dejaron embelesar por sus palabras. La
revolución ha surgido del pueblo. No de los políticos y ellos saben que han
sido protagonistas de su propia historia y no se quieren dejar engañar.
David dijo a Goliat que éste lucha con
lanza y jabalina mientras que él no tiene más fuerza que la de ir en nombre de
Dios. Cuando este pueblo lea este episodio llorará porque lo ha comprendido en
su propia carne. La fuerza de su oración ha conseguido más que todas las
disquisiciones de los políticos de la Unión Europea, América o Rusia. Ha
conseguido derrocar al presidente más allá de sus imposiciones y estratagemas.
El futuro sigue incierto. Quienes están a
favor de Maidán no dejarán que el precio tan caro de su libertad sea en vano.
Los detractores o escépticos de la revolución continuan perplejos y sin
esperanza para soñar una Ucrania nueva. Hay que seguir rezando mucho.