A veces no me entiendo ni yo, no me aclaro con mis sentimientos, es como si una oscura nube cegase mi alma, ¿no te pasa lo mismo?
¿No tienes días en que no comprendes a las personas que te rodean?, quisieras amar pero no puedes, te falta la paciencia, la bondad para perdonar, ves el mal del mundo y no sabes cómo eliminarlo...
Pues hoy se nos anuncia una buena noticia, una gran alegría, que no es propaganda ilusoria electoral, no es un engaño para conseguir más ventas, es la realidad de un amor silencioso que se hace visible, una realidad escondida que se revela.
Hoy nos ha nacido un Salvador
¿Hoy?, ¿no fue hace más de dos mil años?
Es un eterno presente, Dios se ha hecho hombre y sigue actuando en el tiempo, en nuestro "hoy". Hoy tienes la oportunidad de acoger su misericordia, su presencia en tu carne, su amor entre nosotros, dejarle nacer en nuestra humanidad a través de ti. Y caminar con él y él contigo en la aventura de aprender a ser feliz, a amar y ser amado, aprender a vivir en plenitud, a pleno pulmón.
¿No es un gran regalo? ¡un notición! "Hubiésemos muerto para siempre si él no hubiese nacido en el tiempo", dice San Agustín. Sí, se nos cerró la puerta de la felicidad completa, nos hubiésemos quedado con los pequeños placeres que le arrancamos al aquí y ahora. Nuestra vida sería una lucha por conseguir un poco de amor y de paz, pero seríamos como una vela que se consume y desaparece.
Pero él se hizo hombre por ti y por mi. Nos abrió la puerta y tiró la llave, ahora está en nosotros caminar hacia ella y atravesarla. Ya vemos la luz que llega a través de ella, la luz que nos ilumina desde dentro y fuera, que hace la vida de otro color, que disipa las tinieblas.
¡Caminemos hacia la luz! Cristo es la luz del mundo, Cristo en ti quiere ser luz del mundo. Recibamos la luz abriendo las puertas del corazón al Niño que nace hoy.
¿Cómo? Pidiéndole sinceramente, Ven, Jesús, quiero ser tu pesebre, que nazcas y crezcas en mí.
Hoy es Navidad en tu corazón, en mi corazón.
¡Feliz Navidad!
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