sábado, 2 de noviembre de 2013

Lecturas de la misa del domingo 27 de octubre

Domingo, 27 de octubre de 2013
Trigésimo Domingo del tiempo ordinario.

 La oración del humilde atraviesa las nubes
 
 Primera lectura: Eclesiástico  35: 12 - 14, 16 – 18

Porque el Señor es juez, y no cuenta para él la gloria de nadie. No hace acepción de personas contra el pobre, y la plegaria del agraviado escucha. No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda, cuando derrama su lamento. Quien sirve de buena gana, es aceptado, su plegaria sube hasta las nubes. La oración del humilde las nubes atraviesa, hasta que no llega a su término no se consuela él. Y no desiste hasta que vuelve los ojos el Altísimo, hace justicia a los justos y ejecuta el juicio.

Salmo responsorial: Salmo  34: 2 - 3, 17 - 19, 23 El Señor escucha el grito del pobre

Segunda lectura: II Timoteo  4: 6 - 8, 16 - 18

Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación. En mi primera defensa nadie me asistió, antes bien todos me desampararon. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me salvará guardándome para su Reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Evangelio: Lucas  18: 9 – 14

Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario